La kiva tradicional

Para los INDIOS HOPI  la kiva, tiene un especial significado ya que se trata de lugares donde se celebran encuentros ceremoniales y religiosos. 
Ya habíamos hablado de ello anteriormente pero hoy nos extenderemos un poco más, y transcribiremos parte del estudio realizado por Oscar Freire al respecto.
Aunque existen múltiples diseños y tamaños de kivas junto con un compendio característico como ser claraboyas, bóvedas, pilastras y postes, además de un conjunto “mobiliar” como ser bancos incrustados, esquineros, deflectores, murales, hornacinas o nichos que pudieron ser repetidos o substituidos en el tiempo, sin embargo es notable verificar la persistencia básica de su composición arquitectónica que en todo caso (siempre que sea de procedencia tradicional) se ha mantenido fiel a sus orígenes estructurales procedentes de un modelo que siempre ha sido considerado como mítico o celeste.
Quede claro que cuando hablamos de “composición arquitectónica” dentro de nuestro contexto no nos estamos refiriendo al mero hecho factual, sino al método simbólico establecido detrás de los diseños en concordancia con aquello fundamental encerrado dentro de la tríada universal que expresa las ideas de Origen, Centro y Fin, y además en estrecha relación con cada detalle del entorno, de los rituales y del modo de vida.
En este caso, el mejor ejemplo se refiere al principal elemento sagrado, el infaltable sipapu o sipá’puni (see-pah-puu-nee en pronunciación “hopi”), un pequeño orificio situado en el centro del piso de la kiva que expresa, entre múltiples analogías y representaciones tal como precisaremos más adelante, aquello más vulgarmente conocido como salida de emergencia a un nuevo mundo. A este, se asocia un rito (secreto) aún vigente entre los Hopi y otras parcialidades denominado Wúwuchim y que tiene lugar cada cuatro años en una kiva con forma de cúpula.
Si bien adoptaremos la palabra “kiva” (KEE-Vuh) para usar el término hopituh y referirnos al objeto que en su sentido mas corriente prefigura un tipo de habitación subterránea aborigen (considerada típica de la zona llamada convencionalmente como “Oasis América”), principalmente atribuida al ancestral cuño Anasazi  (aunque la realidad es que siguen apareciendo vestigios cada vez más remotos), conviene no adjudicarle una fijación gramatical definitiva, puesto que, como suele suceder actualmente con la mayoría de las voces tradicionales indígenas, esta puede referirse tanto a una expresión desviada como a un legítimo sentido subalterno que encubre su verdadera significación, y que es usualmente utilizada para hablar entre los que no están iniciados en el simbolismo de las tradiciones propias.
Como para dar un par de ejemplos, entre tantos, mencionemos el caso de los grupos pertenecientes a ciertas parcialidades de los Zuñi que tenían, por lo general, seis diferentes denominaciones para las kivas correspondientes a los respectivos “clanes”, cada uno con sus propios ritos de iniciación, y que conforman un esquema general de aptitudes o cualificaciones, significando ello, que el conocimiento sobre los ritos “iniciáticos” (cuyos grados son análogos a las fases de la existencia universal en cuanto una integración de la naturaleza, el cosmos y el estadio celeste) se hallaba originalmente repartido de acuerdo a las posibilidades y condiciones de cada componente tribal. Por lo general, estos, solamente conocían aquellos rituales de su propia asociación. Mencionemos que la asociación principal, aquella a la que pertenecía el sacerdote de mayor respeto era la única cualificada para conocer el complejo ritual en su conjunto y administrar especialmente aquel rito más importante concerniente a lo que ha sido denominado simbólicamente como la “salida de la caverna”.

Señalemos de paso, con relación a noticias recientes que dan cuenta de cierta “restauración” de este antiguo orden tribal en su aspecto formal que es algo improbable para nosotros debido a las circunstancias que corren al presente, sin embargo, ya no en su aspecto formal, esas mismas condiciones desventajosas de la actualidad no invalidan las posibilidades de supervivencia de verdaderas iniciaciones, y aunque hoy estén aisladas o encubiertas no son de imposible acceso para quienes conlleven las afinidades correspondientes y sepan orientar su camino dentro de un legado que no ha desaparecido del todo. Lo mismo, sobre la permanencia y operatividad de los respectivos símbolos tradicionales, tal como ello aún puede constatarse según los datos detentados por algunos informantes serios y cualificados…
Ahora, respecto de lo que decíamos al principio, citemos igualmente a los diversos “clanes” de los hopituh Shi-nu-mu (Los Pacíficos o “pacificados”) corrientemente conocidos como Hopi quienes también, aún hoy, continúan reservadamente con diversas nomenclaturas tradicionales para representar los respectivos niveles o jerarquías de las kivas.
De todos modos, aún sin desatender su compleja significación y sus inagotables denominaciones tradicionales, este mismo término de referencia comporta suficientes elementos y propiedades como para utilizarlo de base en una aproximación explicativa e intentar una posible elucidación a la luz del simbolismo tradicional, de manera que exceda el marco específico que de ordinario se otorga, por medio de diversas e insuficientes versiones, a la noción de dicho hábitat de excavación “primitivo”. Máxime, que dicha voz parece haber estado extendida en numerosos pueblos antiguos y por las más remotas latitudes con similares funciones y estructuras equivalentes tal como es, para dar un ejemplo, el caso de la “ki-basumeria, incluyendo notablemente el “si-pú” análogo a la noción de sipá’pu en aquellas naciones citadas del suroeste de Norteamérica hoy denominadas impropiamente como “pueblos”.
Es importante acentuar la diversidad jerárquica de significaciones que comporta la imagen de la kiva, ya sea esta subterránea o semisubterránea, de forma redonda o cuadrada en consonancia con el respectivo orden de funciones y aplicaciones que se subordinan al principal sentido anagógico (que se halla contenido en la lengua sagrada) tal como pueden ser la interrelación con las plazas, el paisaje y el estadio mismo “donde se vive” establecidos como el Centro del Mundo y congruentemente orientados al Eje del Universo cual puede ser prefigurado simultáneamente por el “Arco Iris” o la “escalera”, es decir, aquellas imágenes que simbolizan el medio para “la salida del cosmos”. Bajo estos mismos patrones de “centro” y de ”eje” el entorno de la kiva sirve para la conmemoración de los ancestros y linajes, los oficios del Consejo de ancianos o la reunión de los hombres para debatir cuestiones de toda índole. 
Asimismo, la kiva es el “lugar” desde y donde el sacerdote mayor o el anciano más sabio pronuncia “la Palabra primordial” y “mueve la rueda”, siempre en torno de un principio fijo, y que involucra todos los acontecimientos de la comunidad: el ciclo ritual, el orden social y las fases agrícolas. De esta manera, la palabra en la transmisión oral, los símbolos y los ritos animan la organización social, el paisaje físico y las técnicas de construcción dando perfecta coherencia al sentido de la existencia, es decir, ordenando las cualidades o vocaciones en función de abarcar simultáneamente, sin confundirlos, los “rituales de integración”, comunales o de un carácter “social” dirigidos a todos los integrantes de cada grupo y aquellos propiamente “iniciáticos” dirigidas a las organizaciones respectivas y que requieren cualificaciones de otro orden; por ende, orientando entre la multitud de relaciones que se desprenden del tiempo, del espacio y de las cosas. En palabras resumidas, se trata de la constitución de un mundo sagrado donde cada aspecto de la vida cotidiana, el interior de la vivienda o el centro ritual evocan simultáneamente a la misma matriz fundamental, al Centro del Mundo y al Eje del Universo. Así, la tradición oral, como en este caso, instituye a la palabra una cualidad mediadora en perfecta armonía con la Idea y el objeto.
Por otro lado, entre sus múltiples acepciones, la voz “kiva” también perteneciente a uno de los tantos dialectos de dichas naciones “pueblo” encierra otros significados de orden universal tales como aquel más obvio de “cueva”; el de “mundo interior”  en tanto su simbolismo, sus funciones y aplicaciones no se limitan exclusivamente al concepto de una “cámara ceremonial subterránea”  ni son, como suele creerse, privativas de una etnia en particular, mas bien, proceden (en tanto corresponda a su idea principal que involucre a la noción de caverna “iniciática”) de aquello también relacionado a la evocación adecuada de un estado primordial inherente al mismo origen de la Humanidad.
En otras palabras, esta idea sigue haciéndose presente en algunas de las actuales poblaciones donde es importante aún rememorar el esquema tradicional de las aldeas prehistóricas a pesar de los cambios, de las alteraciones y de la decadencia del simbolismo que, no obstante, se mantiene de modo virtual lo cual nos permite, además de constatar su persistencia, vislumbrar una de las realizaciones más acabadas del “modelo cósmico” propio de toda sociedad tradicional adscripta a un acervo primordial.
La constatación de ello surge donde pueda verse una kiva dentro del contorno de una kiinsonvi (plaza) con su escalera sobresaliendo por un agujero cuadrado y sobrepasando el nivel del suelo en su tradicional representación tanto del Centro del Universo (Túwanasavi en lengua hopi) como del “Lugar del Surgimiento” comportando como decíamos el sipá’puni (matriz o pequeño agujero en el piso de la kiva)  en clara homologación de una caverna “iniciática” cuyas funciones y realidades, continúan, según algunos hopis , siendo conocidas y transmitidas por ciertos ancianos secretos mediante los dictados de su kataimatoqve (ojo espiritual). 
Respecto a la kiinsonvi (plaza) podríamos añadir a los fines de inferir su grado de importancia o correcta función, que ya de antiguo los hopis han considerado a las montañas (tuukwi) como una plaza (kiisonvi) en clara relación de su simbolismo con el de la caverna aquí representada por la kiva. Es más, el propio sipá’puni, entre sus tantas sugerencias simbólicas (como “la casa del Sol” o “la casa de la Luna”) era también denominado como “la casa de las Montañas” en alusión de una representación “subterránea” de la cumbre mediante la analogía inversa, expresando así, la necesidad de ciertas cualidades para acceder, y debido al actual estado del mundo exterior. 
Para dar otra idea de los inagotables sentidos tradicionales podríamos mencionar aún aquel aspecto, ya secundario, del simbolismo aquí aplicado con relación a la plaza: se refiere a las cercanías de aquel lugar oculto o encubierto donde se llevan a cabo los actos de iniciación, es decir, al espacio abierto o aquella locación aledaña destinada estrictamente para los rituales públicos. Señalemos, respecto la cualidad de “oculto” (o “encubierto”) que se debe, igualmente, a lo que decíamos del “actual estado del mundo exterior” o de las relativas condiciones de los idola specus, propios de la “edad sombría” e inherentes a la actualidad del espacio y del tiempo según un proceso cíclico de duraciones (doctrina cosmológica y escatológica, propia de numerosos acervos aborígenes que ha sido expresada en detalle ya sea por la alternancia de “mundos”, “soles”, etc., o por simbolismos tales como el de las “cavernas” superpuestas).
Pero, detengámonos a considerar una mínima parte de los tantos aspectos del simbolismo constructivo de la kiva, dentro del cual la disposición de sus componentes como ser la escotilla y la escalera, el hogar y el sipa’pu (incluyendo ventilador, deflector, bancos y pilastras) guardan una estricta posición de grado en subordinación a la idea principal simbolizando al eje del universo, … Por ahora señalemos rápidamente, aquella que, en primera instancia, expresa la conformación visual de este esquema en tanto representación del Centro del Universo o comportando el Sipá’puni como “Lugar del Surgimiento” o emergencia y en cuanto su escalera sobresaliendo por un agujero cuadrado ya que, probablemente, valga el intento de señalar las diferencias entre los datos tradicionales subyacentes y la “reinventación” de las leyendas, principalmente, a partir de los acontecimientos históricos en el siglo XVI, como de las posteriores deformaciones literarias (o “literalistas”) de los “mitos” y de las narraciones orales respectivas, dadas a suplantar la profundización de su simbolismo), aún cuando estas sean las versiones fieles de unos pocos ancianos idóneos sobre la travesía [o etapas de la iniciación] por los cuatro mundos [o estados] y que por algún motivo específico se decidan a contarlas en un sentido general según tradición, ya que siempre se reservan (salvo las cualificaciones de intimidad) los detalles que conciernen a su significado “anagógico” o espiritual y a las entonaciones secretas y ritos “iniciáticos” que estrictamente les corresponde , los cuales sumemos van siempre más allá del tenor “mágico” que primariamente se les adjudica (por caso los famosos “ritos de la fertilidad”) como de las tantas interpretaciones naturalistas y racionalistas que se presenten en carácter de exclusividad. (Fragmento de La Kiva tradicional – Una imagen de la morada celeste de Oscar Freire)

5 comentarios en «La kiva tradicional»

  • el 07 a las 11:18 am
    Enlace permanente

    Me parece interesantisimo….
    Volveré.
    Por cierto soy Pérfida
    Un saludo coleguita

  • el 10 a las 8:20 pm
    Enlace permanente

    artículo excelente
    sitio excelente

    Antrophos

  • el 08 a las 7:29 pm
    Enlace permanente

    Hallé la información que deseaba, muchas gracias!
    Vero

Los comentarios están cerrados.